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Denunció que le robaron la bicicleta, sin embargo se la había olvidado en la panadería

Un joven denunció que le sustrajeron la bicicleta, tras realizar la denuncia se percató que se la había olvidado en la panadería, a la cual fue en el rodado y volvió caminando. Ocurrió en Nogoyá

El hecho ocurrió el sábado 5 de septiembre, en Nogoyá. Ese día, mediodía de sábado, J.J.C. acudió raudo a la División Investigaciones de la Jefatura de Policía de la ciudad de Nogoyá.
Quería poner una denuncia: puso una denuncia.

Denunció que ese sábado 5 de septiembre salió de su casa, alrededor de las 9, con el objetivo de hacer mandados. Ir de compras, salir al super, recoger un pedido en algún negocio, en el habla coloquial suele mutar en una frase del interior profundo: «hacer mandados».

J.J.C. puso en su denuncia que el robo -hasta entonces era eso: un robo- había ocurrido en el ínterin en el que salió de su casa para efectuar unas compras. Que ese trámite, hacer las compras le había llevado unas dos horas.

No tomó demasiados recaudos al salir de su casa: dejó la puerta «arrimada», así dijo, con la certeza de que nada grave podría ocurrir. En la vivienda quedaron su madre y su hermano. ¿Qué podría fallar? Nada.
Pero aproximadamente a las 11 regresa y se anoticia de la mala nueva: le habían sustraído una bicicleta. La bicicleta estaba amarrada en su casa, con cadena y candado, y adentro de la vivienda, estaba su familia.

¿Cómo fue que se la robaron?
«Al entrar -según escribió el oficial que le tomó la denuncia- me percato de la faltante de mi bicicleta tipo Mountain Bike, marca Hishi, rodado 26, de color plateado», y que como «características tendría, alrededor de su asiento, una cadena y un candado».

Evaluó que el robo -hasta ese momento, cerca del mediodía del sábado, tenía esa certeza justa: que le habían robado la bicicleta- «seguramente» habría ocurrido en el lapso de tiempo en el cual realizó los mandados, «ya que cuando me fui de mi casa, hoy temprano, la bicicleta todavía se encontraba en el lugar; además, en mi casa habían quedado mi hermano de 56 años de edad y mi madre, de 89 años, quienes no escucharon ningún ruido ni nada».

¿Cómo había ocurrido el robo? ¿Quién había robado la bicicleta?
La maquinaria policial judicial se puso a andar entonces.
El dato que aportó es que tendría un valor de $30 mil.

–¿Desea agregar algo más? -le consultó el sumariante.
-No. Es todo lo que tengo por denunciar.
La Policía activó el protocolo de rigor. Copias de la denuncia, tramitación de la denuncia, notificación de la denuncia en la Fiscalía de Nogoyá.

Seis horas después, alrededor de las 18, J.J.C. vuelve al edificio de la Jefatura de Policía. Una retractación: no hubo robo.

¿Qué ocurrió entonces?
El texto de la denuncia dice: «Me hago presente a los fines de ampliar que en relación a la denuncia radicada en el día de la fecha, quiero mencionar que al momento de regresar a mi domicilio, alrededor de las 11, yo tomé mi bicicleta y me dirigí a la pandería Centurión (…); ahora bien, no sé qué pasó pero me volví caminando de ese lugar, no recordando que había ido en mi bicicleta, y al observar que mi rodado no se encontraba en mi domicilio, entré en un estado de nerviosismo, olvidando por completo que la bicicleta la había dejado en la panadería. Hago la presente para dejar asentado que la bicicleta se encuentra en mi domicilio».

El olvido, el lapsus de J.J.C. derivó en el papeleo, la intervención de miembros de la Policía, la comunicación con Fiscalía, y la impresión de formularios varios.
Ningún robo, ningún sospechoso, nada para investigar. Sólo un olvido.

En medio, claro, los dispositivos policiales y judiciales se activaron. La burocracia en el Estado a veces no conoce de estas situaciones hilarantes y se pone a andar sin miramientos. El fiscal, el sumariante, los formularios impresos, los llamados, los whatsapp: todo eso.
Al final, claro, nada de todo eso: ningún robo.

De la Redacción de Entre Ríos Ahora.

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