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Desaparición de los Gill: surge otra pista

Están desaparecidos desde hace 21 años: Rubén “Mencho” Gill, en 2002 de de 55 años; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos María Ofelia de 12, Osvaldo José de 9, Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2, fueron vistos por última vez  en el velorio de un amigo de la familia, el 13 de enero de 2002, en Viale, a treinta kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde el hombre trabajaba como peón, en Crucesitas Séptima, departamento Nogoyá. Fue la última vez que se los vio con vida. Después, su destino es un misterio.

¿Qué fue de los Gill?

Nadie lo sabe. Nadie contesta a esa pregunta. Es una gran incógnita que no tiene respuesta.

Gustavo Acosta, titular del Juzgado de Garantías de Nogoyá, tiene la causa desde 2015. Está caratulada como averiguación de paradero. No hay hipótesis, ni imputación ni figura penal. Sólo hay pistas que se siguen en medo de una maraña de datos, aportes, testigos, versiones escuchadas, corazonadas.

María Delia Gallego, la mamá Margarita Gallegos, busca a su hija, y a su yerno, y a sus nietos, y se mueve todo lo que se requiere para hallar una respuesta. Una visita al Hospital San Blas, en Nogoyá, le permitió encontrarse con un empleado de una funeraria que le aportó un dato: circa 2016, 2017, en un velatorio, escuchó a un hombre -cree de Crucesitas Séptima o Don Cristóbal Primero- contar detalles de la desaparición de los Gill.

El empleado de la funeraria de Nogoyá se mostró temeroso -no está claro por qué- y no recordó el nombre de la persona, sólo dio pistas del vehículo en el que se manejaba. Entonces, María Delia Gallego anotició al juez Acosta de esa buena nueva y empezaron a hablar en procura de dar con esa persona.

Todavía no lo ubican, pero están trabajando sobre esa pista.

«Este hecho, la desaparición de los Gill, data del año 2022 y lamentablemente hasta el momento no le hemos podido dar respuesta a la familia Gallegos ni a la familia Gill», admite el juez Acosta. «Hemos transitado un camino en el cual hemos podido ubicar testigos que aportaron información, pero las informaciones que terminaron en tres excavaciones nos dieron una resultado negativo», agrega.

Todo es una encerrona: desde siempre, dice Acosta, la hipótesis de que se hubieran ido a otro país o a otra provincia quedó descartada porque ninguna fuerza de seguridad -Policía Federal, Gendarmería, Migraciones- han registrado la salida de los Gill. Tampoco la pista de buscarlos muertos ha resultado positiva.

La última pista, la que aportó el empleado de la funeraria de Nogoyá, está en desarrollo. «No sabemos si el vecino vive o no vive. Es una persona de avanzada edad. Es una hipóteis de trabajo más que tenemos y que estamos trabajando más de forma informal que formal con María Delia Gallegos», detalló durante una entrevista con el programa Puro Cuento de Radio Plaza 94.7.

La colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) sigue vigente, aunque hasta que no haya una pista firme para excavar no va a ser convocado, señaló el juez. «Si hay que realizar alguna excavación, y esté definido el lugar y la tarea, están a disposición. Pero el desarrollo de la investigación sigue estando en manos del juzgado», añadió.

Y apuntó que sigue vigente la recompensa de $9 millones que dispuso el Gobierno nacional para quien brinde datos certeros sobre el destino final de la familia Gill.

 

Antes se han seguido otras pistas.

Una de las hipótesis es que estén muertos, enterrados en el campo La Candelaria. El dueño del campo, Alfonso Goette, fue demonizado y sobre él cayeron todas las sospechas pero nunca hubo una pista cierta. El propietario de la estancia La Candelaria y patrón de los Gill, Alfonso Francisco Goette, murió en un accidente de tránsito. Fue la noche del jueves 16 de junio de 2016. Una mala maniobra provocó la salida de la ruta, el despiste y el vuelco de la camioneta Nissan Frontera que conducía el hombre, entonces de 70 años. Las heridas producidas en aquel vuelco, ocurrido en la intersección de las rutas 32 y 35, lo llevaron a la muerte.

La muerte de Goette produjo un giro inesperado en la causa. Armando Nanni, un contratista rural de Tabossi, que supo realizar trabajos de siembra en el campo de Goette, y que conocía a “Mencho” Gill, se animó entonces a hablar.

Nanni no había querido hablar antes por “miedo” a Goette. Pero con Goette muerto, acudió a los Tribunales de Nogoyá, y habló con el magistrado a cargo de la causa, el titular del Juzgado de Transición, Gustavo Acosta.

Y dio un dato: que los Gill no se fueron de viaje ni están en otra provincia sino que podrían estar en el mismo lugar donde siempre, la estancia La Candelaria. Muertos. Y enterrados.

Y aportó una pista que ahora sigue la Justicia: que veinte días antes de que desapareciera la familia, en el verano de 2012, “Mencho” Gill cavó dos pozos, uno en el lecho de un arroyo que entonces estaba seco.

El lunes 23 de octubre de 2017 hubo un allanamiento en el campo La Candelaria, cuyo casco principal está desocupado. Fue una primera inspección ocular de la Justicia.

La Candelaria se dio vuelta, se recorrió de palmo a palmo, se excavó en los sitios donde Nanni creyó haber visto a Gill cavar, y nada. El trabajo se hizo con maquinarias de la Dirección Provincial de Vialidad. Después, quedó bajo la dirección del Equipo Argentina de Antropología Forense, que se sumó en 2019. Tampoco nada.

Nada.

 

María Delia Gallegos, mamá de Maragarita Gallegos, impulsora por años de la pesquisa para dar con su hija, sus nietos y su yerno, está ahora complicada de salud. Su otra hija hizo una presentación para constituirse también como querellante y continuar la tarea de la madre. Rosa Mabel Chavez, tía de los niños desaparecidos, pide constituirse en querellante. La representa el abogado José Daniel Casas Gerber.

 

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