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“Ninguno de los dos tuvo tiempo a nada: fue un accidente”, dijo Nahir Galarza

Durante más de una hora, y sin dejar de llorar ni un instante, Nahir Galarza reeditó, paso a paso, las horas y los minutos previos al dramático desenlace de la madrugada del 29 de diciembre pasado, con su exnovio Fernando Pastorizzo muerto de dos tiros en una calle de tierra de Gualeguaychú. Ella se aferró a su versión de los hechos, con la que aspira poder eludir un destino que la dejaría encerrada en prisión por los próximos 35 años: “Soy la única que estuvo ahí y puedo asegurar que fue todo rápido, feo, ninguno de los dos tuvo tiempo a nada, que fue un accidente”.

Su testimonio puso fin a la etapa de testigos. Ahora comenzaron los alegatos de las partes, que se extenderán durante toda la tarde en los tribunales del sureste entrerriano.

En cierto momento de su relato pareció que ya no podría seguir. Los tres jueces del tribunal la miraban fijo, ella lloraba y su defensa pidió interrumpir la declaración. Pero Nahir insistió: “Quiero contarlo. Lo que pasa es que me ha costado mucho pensar en todo de nuevo, había tratado de evitar pensar en este día. Por eso me cuesta…”

Así, situó los acontecimientos previos al mortal epílogo en un contexto de pelea y discusión con Fernando, en el que, según el relato de la acusada, el joven la dominaba y torturaba psicológicamente (sobre todo, diciéndole algo que le dolía sobremaneta: que era “depresiva”), en una situación de la que ella carecía de todo dominio y en la que solo podía seguir los pasos que el chico marcaba. Y el epílogo, en una serie de eventos concatenados y confusos que la dejaron aturdida, sin poder entender qué y cómo había pasado. Finalmente, admitió que primó en ella, más que el deber de quedarse junto al joven herido, la necesidad de volver a su casa para devolver a su lugar el arma de su padre (y defenderlo, así, de que lo culparan de algo)

Como había dicho en su segunda indagatoria en la etapa de instrucción de la causa, afirmó que Fernando tomó el arma del padre de Nahir, que estaba sobre la heladera en la cocina de la familia Galarza y que el joven, incluso, le apuntó al abdomen con la pistola.

Sobre el momento cúlmine, relató: “Llegamos a la casa de mi abuela, una calle de tierra; bajó la velocidad cuando dobló y en un momento pierde el equilibrio… venía manejando con una sola mano. Tuvo que agarrar la moto con las dos manos y yo en ese momento me agarré de él y le saqué el arma. No tengo idea cómo la agarré y en el momento en que se la saqué él se dio cuenta y frenó la moto. Yo me quedé aturdida de repente y nos caímos los dos para el costado, y cuando me alcanzo a levantar, aún aturdida, fueron los dos disparos. Fue un segundo nada más, todo muy rápido”.

“No he encontrado cómo describir lo que sentía. Tenía la mente en blanco. Estaba nerviosa y aturdida, viendo todo desde lejos. No sabía qué hacer. Nunca me había imaginado pasar por una situación así. No supe qué hacer. Él estaba ahí y estaba el arma de mi papá en el medio. No me podía quedar, pero tampoco me podía ir. No sabía qué hacer. Se me había apagado la mente. No sé cómo explicarlo. No tenía idea de nada. Me fui a mi casa y estaba todo igual. Estaban todos durmiendo. Me fui a mi habitación y me quedé esperando. Yo sabía que Fernando había recibido un disparo, pero del otro (disparo) no sabía. Que estuviera herido no significaba que se iba a morir. Ni se me cruzaba por la cabeza. Me enteré cuando me llamó la mamá de Fernando. Se me paró el corazón cuando vi que me llamó ella. Ahí me enteré de lo que había pasado. Ella me preguntó si había estado con él, porque Fernando había fallecido”.

La Nación

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